Podemos definir la consciencia como la capacidad de darme cuenta de quién soy, de conocerme y comprender lo que me está pasando cuando me está pasando. Sólo puedo darme cuenta de lo que está aconteciendo si soy capaz de fijar mi atención y concentrarme en el momento presente. Ser consciente, nos abre todo un mundo de posibilidades. Por un lado nos permite comprender cómo somos y por qué hacemos lo que hacemos. También nos permite relacionarnos con nuestro entorno de manera realista.
Pero ¿qué sucede cuando no somos conscientes? Recientes estudios revelan que pasamos el 47% del tiempo que estamos despiertos en un estado en el que nuestra mente va y viene en un continuo proceso de divagación, normalmente involucrada en eventos pasados o en proyecciones a futuro. Además, se ha comprobado que en general, mientras estamos en ese estado de mente divagante nos sentimos más tristes que cuando tenemos enfocada nuestra atención en una actividad concreta del momento presente. Ese estado, también se conoce como “mente de mono”.
¿Cuántas veces hacemos las cosas sin darnos cuenta? Desayunamos y no sabemos qué comemos, llegamos en coche al trabajo y no somos conscientes del recorrido que hemos hecho en carretera, nos lavamos los dientes mientras pensamos en cualquier cosa menos en la limpieza que estamos realizando con el cepillo en nuestra boca, redactamos un email mientras hablamos por teléfono con un cliente,… En nuestra vida suele pasar a menudo que hacemos cosas de manera rutinaria, automática, mecánica… En definitiva de forma inconsciente.
Hay ocasiones en las que pasamos de una tarea a otra sin darnos cuenta de que hemos terminado la primera y nos disponemos a comenzar la segunda.
Toda esta actividad de la cual no somos conscientes parece estar dirigida por una especie de piloto automático que tenemos incorporado por defecto y que se encarga de mantener el rumbo sin plantearse hacia dónde vamos.
Una de las primeras actitudes que se cultivan al iniciar la formación en Mindfulness, es la de tratar de desactivar en la medida de lo posible los pilotos automáticos. Es importante ser conscientes en cada momento de lo que nos traemos entre manos.
Si cuando estoy hablando con un cliente por teléfono concentro toda mi atención en esa conversación, la experiencia del cliente será óptima, al estar concentrado conseguiré responder a sus dudas de la manera más adecuada y en el menor tiempo posible. Además, al estar atento a todo, no sólo escucho lo que me dice, sino también cómo me lo dice, por lo que puedo obtener información adicional en base al tono y volumen de voz, el ritmo de la conversación, las pausas o silencios del cliente, etc.
Creemos que hacer varias cosas a la vez es un síntoma de mayor productividad pero lo cierto es que en cada momento tenemos una capacidad de atención limitada, y si repartimos la atención en dos o más actividades a la vez, sucederá una de estas dos cosas: o bien una de las tareas la realizaré de forma casi automática, en beneficio de la otra tarea, lo que incrementa la posibilidad de accidentes y errores en la primera; o bien repartiré equitativamente la atención, lo que sin duda incidirá en el tiempo que tardaré en completar ambas tareas. En muchas ocasiones el tiempo total dedicado será igual o mayor al que hubiera dedicado si hubiera realizado consecutivamente una tarea y luego la otra. Sin embargo, el resultado será de menor calidad en cada una de las tareas realizadas simultáneamente, dado que se realizaron en el mejor de los casos con la mitad de nuestra atención.
Por DAVID HERVÁS SANZ